Los humanos tenemos una capacidad natural para resolver problemas, y cuando algo no funciona —incluidos nosotros mismos—, nos encanta buscar la forma de arreglarlo. Internet nos permite satisfacer nuestra insaciable curiosidad poniendo a nuestro alcance un torrente inagotable de información con solo pulsar un botón; por eso no es de extrañar que acudamos a nuestro amigo el «doctor Google» para buscar información y autodiagnosticarnos de toda clase de enfermedades. Esta tendencia está tan normalizada que una encuesta llevada a cabo en EE. UU. revela que el 89% de los participantes consultan el popular buscador antes de acudir al médico.
Como criaturas sociales que somos, sentimos una necesidad de pertenencia y aceptación que nos impulsa a buscar a personas con gustos e intereses similares, especialmente durante la adolescencia. Una de las formas en las que tendemos a expresar nuestra solidaridad hacia los demás es participar en las modas, y uno de los últimos fenómenos de este tipo que se han vuelto virales consiste en discutir y compartir cualquier experiencia relacionada con la salud mental a través de las redes sociales, lo que ha provocado que plataformas como TikTok e Instagram acaben convirtiéndose en una suerte de centros de diagnóstico virtuales. Dada la vulnerabilidad de las personas que sufren este tipo de patologías, ¿cómo es posible que hablar abiertamente de un tema que afecta a nuestra más estricta intimidad con miles de desconocidos en Internet se haya convertido en algo habitual? ¿Qué riesgos conlleva esta práctica? ¿Podría llegar a ser beneficiosa en algún sentido?
Cómo nació la moda de hacer terapia a través de las redes sociales
La pandemia global de 2020 provocó un aumento sin precedentes de los problemas mentales, y muchos profesionales de este ámbito que no podían atender a sus pacientes en persona empezaron a ofrecer sus conocimientos sobre la materia a través de Internet. Al mismo tiempo, algunos influencers empezaron a compartir las recomendaciones de sus terapeutas con sus seguidores —a pesar de su escasa o nula formación al respecto—, lo que derivó en un fenómeno conocido como «terapia a través de las redes sociales» o «terapia de Instagram».
Cómo influyen las redes sociales a la hora de buscar asistencia psicológica
La salud mental (y los complejos problemas que lleva aparejada) son temas profundamente personales; de ahí que incluso las recomendaciones o la información que proporcionan por Internet los profesionales con años de formación y experiencia únicamente pueda tener un carácter general y utilizarse con fines informativos
A pesar del enorme eco del que gozan sus mensajes, los influencers suelen carecer de la autoridad necesaria para ofrecer este tipo de asesoramiento, y aun cuando su intención sea buena, la realidad es que su principal objetivo es dar visibilidad a su perfil interactuando con las personas que les siguen. Además, los contenidos que ofrecen sobre salud mental pueden estar influidos por patrocinios, promociones o sus propios motivos personales, lo que puede provocar que este tipo de publicaciones acaben causando más mal que bien a sus seguidores.
Un ejemplo de este problema es el caso de la youtuber Tricia Paytas, que se diagnosticó a sí misma un trastorno disociativo de la identidad (TID) y acabó no solo transmitiendo una idea equivocada sobre esta afección, sino poniendo en riesgo a otras personas que sí la padecían.
Una vez dicho esto, disponer de una plataforma en la que los usuarios puedan hablar abiertamente sobre la salud mental en un foro público es una buena forma de reducir el estigma que rodea a este tipo de patologías y contribuye a que las personas se sientan menos solas a la hora de abordar los trastornos psicológicos. Sin embargo, los beneficios no suelen compensar los riesgos, especialmente cuando los perfiles que proporcionan asesoramiento sin ningún tipo de cualificación terminan perjudicando a estos pacientes al ofrecerles un diagnóstico equivocado.
Los riesgos de no diagnosticar correctamente los trastornos mentales
Las terapias que se difunden a través de las redes sociales desdibujan la línea entre las recomendaciones de carácter general y la ayuda especializada que prestan los profesionales, y transmite a los usuarios —y, a menudo, a los más jóvenes— la idea de que abordar estos temas en un espacio público no solo es algo aceptable, sino deseable desde el punto de vista de la salud mental.
A veces, los adolescentes están tan desesperados por encontrarle un sentido a sus propias emociones que se sienten identificados con uno o dos aspectos de un trastorno mental del que han oído hablar en las redes sociales y después amoldan el resto de sus «síntomas» para que encajen con ese diagnóstico. En otros casos, su comportamiento no se ajusta lo suficiente a ninguna afección en concreto, lo que les lleva a convencerse de que tienen un problema o a adoptar comportamientos como el denominado «victimismo digital» —una práctica que consiste en publicar historias personales de carácter dramático o emotivo como una forma de intentar llamar la atención— para obtener la validación que buscan.
Es posible que algunos usuarios consigan identificar correctamente algunos de sus síntomas psicológicos, pero carezcan de las herramientas necesarias para relacionarlos con una patología más grave, y que otros se nieguen a recibir cualquier tipo de ayuda profesional con el argumento de que les basta con recibir el asesoramiento de un amigo o un influencer al que admiran a través de Internet. En cambio, hay personas mal informadas que pueden llegar a acusar a los pacientes que ya disponen de un diagnóstico confirmado o cuyos síntomas son auténticos de realizar afirmaciones falsas para atraer la atención, lo que suele redundar en perjuicio de aquellos que ya se encuentran en una situación vulnerable de por sí.
![2025-02 [Blog] Self-diagnosing on social media_InsideImage How social media therapy affects teenagers](https://static.qustodio.com/public-site/uploads/2025/02/06115902/2025-02-Blog-Self-diagnosing-on-social-media_InsideImage.jpg)
Los peligros de convertir este tipo de diagnósticos en una moda
Los diagnósticos relacionados con la salud mental se han convertido en una parte tan fundamental de las comunidades de usuarios más jóvenes que muchos adolescentes los incluyen como identificador en su biografía. Hablar abiertamente de este tema en las redes sociales también ha propiciado involuntariamente que estos desórdenes, como la ansiedad, la depresión, la disociación y el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), sean vistos como una suerte de «tendencia» a la que apuntarse.
La especialista en salud mental Aditi Verma ha bautizado la práctica de realizar publicaciones sobre estas graves patologías a través de memes que las idealizan como el «glamur del sufrimiento». Esta clase de contenidos pueden minimizar la gravedad de las enfermedades mentales e invisibilizar las dificultades a las que tienen que enfrentarse los pacientes diagnosticados.
Los beneficios de la terapia en las redes sociales
Aunque esta práctica va acompañada de algunos inconvenientes, hablar abiertamente sobre la salud mental en Internet ha sido esencial a la hora de reducir el estigma y la vergüenza que impedía que las personas buscaran ayuda en el pasado, y también ha ejercido otros efectos positivos, como, por ejemplo, los siguientes:
- Ha mejorado el acceso a la información sobre estos trastornos.
- Ha contribuido a sensibilizar a la población y a fomentar la empatía hacia las personas afectadas.
- Ha normalizado su aceptación en múltiples ámbitos, como el escolar, el laboral o el doméstico.
- Ha roto tabúes a la hora de abordar temas que generan alarma en la sociedad.
- Ha generado una oleada de solidaridad hacia este tipo de pacientes.
Además, el potencial de las redes sociales para influir en el comportamiento y las opiniones a escala global ha permitido concienciar a más personas de la importancia de anteponer su propio bienestar, un concepto que ha pasado a convertirse en una consideración esencial en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana.
En líneas generales, las recomendaciones sobre salud mental que circulan por las redes sociales deberían utilizarse simplemente como un medio de sensibilizar e informar a la población, como un punto de partida para profundizar en el tema o como herramienta para apoyar a las personas que ya cuentan con un diagnóstico. Algunos influencers han adoptado un enfoque mucho más responsable en este sentido. Es el caso de la tiktoker Kalista Dwyer, la cual ha padecido esta clase de trastornos en el pasado y suele publicar contenidos sobre salud mental de una forma seria y rigurosa, además de tomar la precaución de consultar siempre a profesionales acreditados para asegurarse de que ninguna de sus publicaciones puede interpretarse como una recomendación médica.
Muchas redes sociales han empezado a reconocer el impacto que pueden ejercer sobre la salud mental de los usuarios y a introducir nuevas funciones con el objetivo de ayudarlos. TikTok ha endurecido las normas referentes a la publicación de contenidos y ha reforzado los mecanismos de prevención de la función de búsqueda para que muestren a las personas que consumen contenidos potencialmente perjudiciales una lista de las organizaciones a las que pueden acudir si necesitan ayuda. Además, la plataforma china también ha desarrollado una Guía sobre el bienestar en la que ofrece una serie de pautas para abordar el tema de la salud mental y el bienestar digital. De forma similar, la iniciativa Havens de Pinterest pone a disposición de sus usuarios una selección de contenidos específicamente orientados a este ámbito. La pregunta es: ¿son suficientes estas medidas?
La relación que existe entre las redes sociales y la salud mental es sumamente compleja. Aunque estas plataformas pueden ser una herramienta muy útil cuando se usan de forma segura y responsable para concienciar a la población y reducir el estigma que suele ir asociado a las enfermedades mentales, únicamente deberíamos utilizarlas como complemento a la atención profesional, nunca como sustituto de esta.